Le hemos pedido a D. Manuel Jiménez Carreira, Director Espiritual en el Seminario Menor, que nos expusiera su imagen de la ACG hoy. Y nos ha deleitado con una extraordinaria y sentida reflexión sobre lo que significa ser de la ACG.
Con todo nuestro agradecimiento y cariño la presentamos a continuación.
Y seréis mis testigos…
“Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?...” (Hch 1,11).
Y es que los apóstoles necesitaron un toque de realidad, alguien que los “bajara de las nubes” y les hiciera volver a pisar tierra. Ellos habían escuchado las últimas palabras de Jesús que los llamaba a “ser sus testigos” (cfr. Hch 1,8), que les aseguraba estar con ellos “todos los días hasta el fin del mundo” (cfr. Mt 28,20), y que les prometía “la promesa de su Padre” (cfr. Lc 24,49). Ellos lo habían contemplado subiendo al cielo, quizá con algo de incredulidad o de nostalgia por la despedida, pero también con la alegría de saber que Él estaba abriendo un camino (ascendente) que más tarde ellos estarían llamados a recorrer. Hasta el cielo, con el Padre, de quien tanto les había hablado su amigo. “Volveré y os llevaré conmigo” (Jn 14,3). Una contemplación, la de las nubes, para la esperanza y para la alegría.
Pero esos “dos hombres vestidos de blanco” les hicieron bajar la mirada hacia abajo, hacia la tierra, recordándoles instantáneamente que estaban llamados a ser sus testigos. “Recibiréis a fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra” (Hch 1,8).
¿Qué es ser “testigo”? Podemos acudir al diccionario para acercarnos a este término. Las dos primeras acepciones del DRAE son muy clarificadoras: un testigo es una persona que “da testimonio de algo, o lo atestigua”; también la que “presencia o adquiere directo y verdadero conocimiento de algo”. Por tanto, es alguien que da testimonio de algo que ha vivido en primera persona, de algo que ha visto con sus ojos y escuchado con sus oídos. Solo los discípulos de Jesús podían ser testigos de Él, de su Evangelio, porque habían vivido con Él, porque habían escuchado sus palabras, porque habían visto sus obras. Los apóstoles cumplieron su tarea de expandir el mensaje del Evangelio “hasta el confín del mundo”, siendo testigos de ese mensaje de amor. Pero esa labor debe ser continuada en el mundo de hoy, en los pueblos y las ciudades de hoy, con las personas de hoy. ¿Quiénes son los testigos de hoy?