
A los sacerdotes y diáconos, seminaristas, miembros de la vida consagrada, movimientos, asociaciones, hermandades y fieles todos de la Archidiócesis
Queridos hermanos y hermanas:
1. “Id y haced discípulos de todos los pueblos…” (Mt. 28,19), son las palabras que con más fuerza y autoridad podemos escuchar a la hora de retomar los trabajos por el Evangelio en nuestra Iglesia particular después del descanso estival. Para que no sea una simple vuelta rutinaria a los quehaceres eclesiales de cada curso, reparemos por un momento en toda la hondura que tiene la misión de la Iglesia, en la que se encuadra nuestra labor. El fundamento último de la tarea evangelizadora está en Cristo. Él es “enviado” por el Padre para la salvación del mundo, y su obra continúa en la misión del Espíritu Santo. Desde este fundamento trinitario de la misión, Dios se revela como amor que se entrega.
2. La Iglesia continúa la misión del Hijo. También ella es “enviada” para hacer presente y ofrecer a los hombres y mujeres de todos los tiempos el amor de Dios. Por ello, es característico de la Iglesia ser enviada. Es también un rasgo esencial de la Iglesia ser el lugar en el que Dios busca a los hombres y el lugar natural de nuestro encuentro con Él. Por ello, la Iglesia en cuanto enviada es signo manifestativo de la caridad divina que se ha revelado en Jesucristo. Con esta convicción ponemos de nuevo la mano en el arado para labrar el campo de Dios. De este modo, nada nos resultará rutinario, porque como nos dice san Juan de la Cruz, “el alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa”.
3. En noviembre del año pasado, el papa Francisco, en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, nos emplazaba a constituirnos en “estado permanente de misión”, capaz de transformarlo todo, para que cada estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo contemporáneo (cfr. EG 25ss.). Dios quiera que todos acojamos con convicción sincera y con auténtica pasión la llamada del Papa a la conversión pastoral, con el fin de que todas las realidades eclesiales y nosotros, los obispos, sacerdotes, consagrados y laicos comprometidos en la pastoral diocesana, adoptemos estilos más misioneros.
4. Además de alentar a todos a reemprender con nuevo vigor las tareas pastorales, para lo que contamos con la compañía del Señor y el aliento de su Espíritu, quiero señalar algunos temas que van a marcar nuestros quehaceres eclesiales en este curso. Son los siguientes: la recepción de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, la constitución del Consejo Diocesano de Pastoral, la prosecución de la Visita Pastoral, la publicación del Directorio diocesano de la Iniciación Cristiana, la presentación diocesana de la nueva Acción Católica General, la llamada Acción conjunta contra el paro, el Año de la Vida Consagrada, el Año Jubilar Teresiano y la puesta en marcha, si Dios quiere, de la Misión diocesana ad gentes.